El atractivo de las ciudades sostenibles: Copenhague

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En el lugar donde vivo, en Miami, los ciclistas son en su mayoría deportistas. La gente monta en bicicleta para mantenerse en forma. En Copenhague, ciudad que visité recientemente -y de la que me enamoré-, los ciclistas son ejecutivos, padres de familia, jóvenes estudiantes, mayores de edad, empleados, entre otros, que usan la bicicleta como medio para desplazarse a sus lugares de actividad.

En Copenhague hay más bicicletas que habitantes, y la ciudad ha sido planeada para aceptar a los miles de ciclistas que permanentemente, sin importar ni el clima ni la hora, se vuelven parte del paisaje urbano. Todo está pensado: las vías exclusivamente diseñadas para las bicicletas, los parqueaderos al lado de las estaciones de metro, las facilidades de subir la bici en el tren en caso de ser necesario (sin cargo extra para el pasajero), y la sincronización de los semáforos en verde para que fluya el tráfico. El 50% de los desplazamientos urbanos se hacen en bicicleta, y como la cultura de la ciudad gira en torno al bienestar de la gente, los ciclistas son siempre respetados. Solo el 29% de la población es dueña de un carro.

Varios estudios citan a Copenhague como una de las ciudades más sostenibles del mundo. Copenhague es una ciudad que invita a la gente a tener mayor conciencia de sostenibilidad, en todos los frentes. Desde el aire, antes de aterrizar, se pueden ver miles de molinos eólicos en el mar, un espectáculo para la vista, y un aporte fundamental en la utilización de fuentes de energía renovables. Una quinta parte de la energía de Dinamarca proviene de esta fuente. Copenhague, particularmente, tiene uno de los niveles de emisión de CO2 más bajos del mundo, y el objetivo de la ciudad es que para el 2025 sea una ciudad neutra en emisiones de carbono, según el website de la ciudad de Copenhague.

La conciencia de sostenibilidad se ve en todos los ámbitos: en la arquitectura, en el diseño industrial, en la alimentación, en los espacios verdes.

Desde hace varias décadas los arquitectos y diseñadores han buscado construir una propuesta con soluciones sostenibles para las nuevas generaciones, acorde con las políticas de Estado, respetando la legislación ambiental y atendiendo también a la demanda de los consumidores, conscientes de estos temas. Sobresalen en las fachadas la utilización de materiales como la madera, la piedra, o el ladrillo, con diseños minimalistas pero de gran impacto, como el edificio de la Opera o el terminal 3 del aeropuerto.

Existe en el mundo entero una tendencia a la alimentación de productos orgánicos locales. En Copenhague hay una gran conciencia, y desde el gobierno se estimula su consumo. El 75% de la comida que se sirve en instituciones públicas es orgánica, y la oferta de los supermercados y restaurantes es muy amplia. En mercados como el de Torvehallerne, un deleite para los amantes de la comida, la oferta orgánica de productos locales es inmensa: desde frutas y verduras, hasta quesos y vinos.

Copenhague es también una ciudad verde, llena de parques, rodeada de agua.  Pensada en la gente, en su bienestar y calidad de vida. Una ciudad en donde sus habitantes hablan con propiedad sobre el cambio climático, y saben que están preparados para enfrentar las consecuencias y minimizar sus riesgos.

Así como en las grandes empresas depende del interés y empuje del CEO el hacer de la sostenibilidad una filosofía de negocio, así también depende de los políticos locales hacer del tema de sostenibilidad un objetivo claro dentro de la agenda de gobierno. Y así como los grandes ejecutivos le apuestan a la sostenibilidad como una manera de darle mayor valor a su negocio, así también las ciudades que emprenden políticas sostenibles verán mejores resultados económicos, políticos y sociales. Copenhague con seguridad lo ha logrado.

Articulo publicado en el Nuevo Herald, Julio 19, 2016 http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article90399577.html

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