Martín y su carreta literaria

Quienes conocen Cartagena coincidirán en que es una ciudad hermosa, mágica y seductora. Fácil reconocer la riqueza de su prodigiosa arquitectura; sus balcones adornados con flores; sus portales antiguos y paredes de colores. Pero cuando recorremos sus estrechas calles con una mirada más profunda, podemos reconocer esa parte intangible de la riqueza de la ciudad que encontramos en las historias de la gente.  Historias como la de Martin Murillo, creador y director de la Carreta Literaria.

Hace ya varios años, en uno de mis recorridos por la ciudad amurallada me encontré un día con una carreta de madera repleta de libros cuyo dueño, un señor de sombrero y sonrisa amplia, empujaba pregonando los beneficios de la lectura . La gente se acercaba a saludarlo, como se saluda a esos personajes de barrio que nos son familiares. La policía de la ciudad, sin embargo, le pedía que no “molestara” a la gente y que se fuera de allí.

Cada vez que yo regresaba a Cartagena buscaba a la Carreta Literaria, en el Parque Bolívar, frente a la librería Abaco, en la plaza de la Aduana.  En muchas ocasiones tuve la suerte de encontrarla, pero su dueño siempre estaba rodeado de gente. Hasta que un tiempo después pude conversar con él y me contó su historia.

Martín Murillo pasó de vender botellas de agua por las calles de Cartagena, a prestar libros y promover la lectura en los barrios y escuelas de la ciudad.  Todo empezó cuando alguien que conocía su gusto por los libros le regaló algunos. Martín fue coleccionando libros que devoraba con entusiasmo, hasta que un día decidió compartir esa pasión con los demás y quiso crear una especie de “biblioteca” ambulante.  Tuvo la oportunidad de contarle de su proyecto a Raimundo Angulo, presidente del Concurso Nacional de Belleza en Colombia y toda una institución en Cartagena, quien se interesó y lo apoyó. Así construyó su primera carreta, en la que carga a diario alrededor de 200 libros.

Martin parte  de la confianza cuando presta sus libros. No pide nada a cambio, más que la buena fe de la persona para que los devuelva y otros puedan gozar de la lectura. También es un gran narrador de historias y hace recomendaciones de sus libros favoritos. Va empujando su carreta de barrio en barrio y de municipio en municipio. Su proyecto personal se le convirtió en una Fundación sin ánimo de lucro que varias empresas colombianas patrocinan.  Hoy en día Martín recibe invitaciones de las escuelas, e incluso ha sido invitado a varias ferias internacionales del libro en distintas ciudades.  Al morir Gabriel García Márquez, su esposa Mercedes le donó a Martín más de 300 libros que ahora recorren las calles en la carreta de Martín.

Para mí, la historia de Martín y su Carreta Literaria, es un ejemplo de la persistencia de una persona que logró seguir su sueño y servir a su comunidad haciendo lo que más le gusta. Y es también un ejemplo de esa Cartagena maravillosa e intangible que a veces no vemos.

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