Bogotá en 100 palabras

Llueve intensamente y el cielo gris parece acercarse cada vez más a la tierra. Camino mirando hacia el suelo, con prisa para huir de las posibles manos que me puedan arrebatar la mochila que llevo colgada en mi hombro. Me detengo para cruzar la calle, los carros pitan y se me echan encima. Mis botas de gamuza clara han cambiado de color con el agua. La lluvia se acrecienta y decido parar un taxi. Todos pasan llenos. Sigo caminando, alzo mi mirada y pienso que no importa la lluvia ni el frío. Ya me calentará el abrazo de mi madre.

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