Leer para salvarse

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Todos los sábados Karen Castro se dedica a leer cuentos a los niños y jóvenes del barrio Villa Mady, al sur de Sincelejo. Con sus 30 años, —que parecen 20—, Karen lidera un club de lectura para  grupos entre 3 y 16 años. Empezó a estudiar sobre promoción de lectura, e impulsada por el recuerdo de su abuela, quien era docente y tenía un gran espíritu de servicio a los demás, llegó a Villa Mady con el objetivo de fomentar el gusto por los libros.

Betty de la Torre, líder comunal del barrio, y quien le había ayudado a pedir los permisos y conseguir un lugar para la actividad, salió ese primer día con un megáfono por las calles invitando a que los niños fueran a leer. Llegaron pocos, pero el sábado siguiente le llegaron 41. Hoy en día, desde hace dos años, tiene más de 140 niños y jóvenes en 4 barrios de Sincelejo.

Karen considera que muchas de las diferencias que existen entre la educación pública y privada en Sucre, el departamento donde vive, se debe a la falta de estímulo que reciben los estudiantes después de las clases. Como profesora de la primera infancia, en la escuela donde trabajaba les reforzaba a los niños la lectura en las tardes, pero se dio cuenta de que en los barrios más pobres, era casi imposible que los niños recibieran un estímulo así. Por eso tomó la decisión de hacerlo ella misma.

Villa Mady es uno de los barrios más vulnerables de Sincelejo, sumergido en altos índices de pobreza y delincuencia, altas tasas de deserción escolar en los jóvenes; pandillismo y drogadicción. Karen sabe que no puede hacer mucho para revertir esa situación, que tiene causas complejas y que desafortunadamente es una realidad social que se vive en muchos barrios de Colombia. Lo que ella sí cree, es que puede marcar la diferencia en la vida de muchos niños y jóvenes que pueden aprovechar sus ratos de ocio leyendo una buena historia. Para ella, fomentar el amor por la lectura se ha convertido en su principal propósito.

Tiene varios grupos divididos por edades, y escoge libros de cuentos o novelas según el grupo. Trata de escoger historias que tengan un enfoque en valores, inclusión, tolerancia y respeto, para darles herramientas que ellos puedan después aplicar en su vida.  Los libros los saca de la biblioteca, aunque también recibe donaciones de personas que quieren apoyar su iniciativa.

La dinámica es sencilla: todos leen en grupo y luego analizan lo que leyeron. Karen los anima a que participen, les hace actividades, juegos, y les da incentivos.  Para los más grandes Karen escoge novelas y biografías de personas que han luchado a punta de trabajo y esfuerzo a llegar lejos; busca que los libros que leen los inspiren y los invite a soñar.  Lo que mas les gusta a los jóvenes es a partir de los finales de cada texto que leen, escribir finales distintos.  “Es fascinante ver la creatividad de los jóvenes, es muy divertido ver el rumbo que toman las historias, todos inventan algo distinto, y muchas veces dejan en sus escritos situaciones que ellos mismos quisieran vivir en sus vidas”, —dice Karen emocionada.

Es difícil medir el impacto que su club de lectura ha tenido en estos barrios. Lo que Karen si sabe es que ha logrado interesar a muchos a leer y aprender más. El club les ha ayudado a afianzar su capacidad de entender textos y eso les ayuda con otras materias que toman en la escuela. Cuando quieren dejar de estudiar para dedicarse a trabajar, Karen los anima, los impulsa a que estudien y se preparen para la vida. El club también les ha dado la posibilidad de emplear su tiempo libre en una actividad sana y positiva, alejándolos de los vicios.

Ha tenido sus detractores, y algunos jóvenes han tratado de sabotear su iniciativa. Pero Karen es fuerte y sigue esforzándose cada semana para seguir llevando a los barrios un día de alegría y una vida de propósitos a través de la magia de los libros.

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